LIGAR EN AFRICA

LIGAR EN ÁFRICA.

Yo jamás había ligado en África. Jamás.
Después de dos décadas, Nunca había ligado. No es que no me gustará nadie, pero es que yo no le gustaba a nadie. Dice el principio de la reciprocidad, en su sentido más ético y moral, que quien se entrega, recibe mucho más a cambio. Y yo que me pensaba que este principio era algo intangible y sagrado, y que si alguien me gustará y que me lo curase, acabaría yo gustándole. Pero muy rápidamente aprendí, que si eres delgada en África, el principio de la reciprocidad es unilateral y no funciona. Así que yo, no ligaba.

Ligar allí es imposible si eres sílfide y delgada. Obviamente las delgadas acaban ligando, pero las gordas se llevan un porcentaje de 10 hombres sobre 10, aunque no sean ni gráciles, ni esbeltas. Estar gorda lo compensa todo. Incluso en mi idioma, la palabra “delgada” no existe. Se dice directamente “dar pena”. El contrario de “gorda” es “dar pena”.
Allí la gente piensa que las delgadas son enfermas o son un nido de enfermedades. A parte, que también estar delgada es un símbolo de pobreza, de mala alimentación… Y “cavernícolamente”, las suegras piensan que su nuera tan delgada, tendrá dificultades a la hora de parir, que es de familia necesitada y desamparada. De allí que dicen “Tan delgada, algo tendrá…” “A ver si se nos va a morir esta que da tanta pena…” “Qué vergüenza, esta delgada en la familia…”

Yo jamás había ligado. . Mal hacía, verme. Era magra e esquelética. Enamorada sin jamás triunfar y viendo como las gordas se lo llevaban todo.

Aquí, en Europa, los cánones son distintos. Y rápidamente he aprendido que estar gordo o gorda, no es necesariamente y absolutamente, una cuestión de bienestar o de salud y de riqueza. Aquí estar delgada es lo que manda. Y esto hace que la gente pierde el norte intentando equivocadamente adelgazar a toda costa.

Y aquí estoy de vacaciones en África, con mi nueva mentalidad recién adquirida y muy bien anclada. Y cuando veo a gente gorda, muy gorda, pienso secretamente que tengo suerte de no estar así. Eso sí, les digo que están de muy buen ver con un sonoro: “Dios, que bien te veo”. No es hipocresía. No es falsedad. No es fariseísmo. Es cortesía e educación.
Y tan fresca me paseaba yo, con mi nueva mentalidad, alegrándome subrepticiamente, cuando alguien me decía con pesar en la voz: “Pero que delgada estas… Qué pena que das...”. Cosa un poco vergonzosa si acabas de volver de Europa. Muchos decían “seguro que allí, vives mal. ¿Tienes problemas…?”
Y yo, con una sonrisa y pasando de todo, por mi nueva mentalidad europea, me sumergí en el redescubrimiento de todo lo que era mío. Familia, amistades, cultura y gastronomía... ¡Ay..! Grande gastronomía africana… Me atiborré de dulces (Nouga, Didi, Toffi, Choco-milo…), de “fanyogo's” con su gustito a yogurt fermentado, de dulces buñuelos fritos con su aceite regalimando, de “Pâte de maïs” con todo tipo de salsas (salsa de cacahuetes, de sésamo, de nueces de palma, de “Yasa”…). Me hinché como si no hubiera mañana, de plátano frito blando y jugoso, de carne de todo tipo, grasa pura y deleitosa. Yo, con mi nueva mentalidad, inocente y candida, comía y bebía de todo, hasta que ligué…
Un chico me dijo sin rodeos ni miramientos que yo era guapa y que yo le gustaba.

¿Cómo se atrevió aquel, a mirarme? A mi nadie me miraba. No se piensen que sea misógina. Ojala ligara ahora mismo, que aún sigo soltera. Pero me daba rabia por todo lo que hay detrás del hecho de ligar en África.
Es la temida e aterradora regla de tres. Si A=B y B=C entonces A=C. Axioma de orden, algebra lineal y lógica cartesiana. Tantos años de matemática tenían que servir para algo. Si a los Dahoméenses les gustan las gordas, y yo ligo con uno del Dahomey, entonces yo estoy gorda. Después de todo, la regla de tres es una resolución de problema, con una relación lineal de proporcionalidad entre valores conocidos y una incógnita. ¿Cuál era esta incógnita? ¿Qué tenía que entender? ¿Qué estoy gorda? ¿Por qué ligaba yo, ahora?

Yo no estaba gorda. Yo no estoy gorda. Tanta carne no engorda. Ni comer a todas horas en casa de mi madre, donde el fuego está encendido todo el día, no engorda. Los fanyogo’s no engordan. Vale que me los tomaba en raciones de ocho enormes piezas congeladas al día. Pero, ¿dónde se ha visto que un poco de leche fermentada engordase? ¿Dónde? Esto no engorda. Y tampoco lo hace todo lo frito y las carnes humeantes con la grasa chorreando que he comido todos estos días. Ni el madurito plátano frito, comido a todas horas. ¡Esto no engorda hombre!

Y volví a ligar. Y con mi nueva mentalidad europea, me preocupé.

Yo jamás ligaba. Y eso, porque era delgada. Y ahora que ligaba una e otra vez, ya no tuve el coraje de negarme a lo evidente. Había engordado. Es lo que tiene volver a tu tierra natal después de mucho tiempo. Y vinieron los comentarios de las tías, de los amigos que con su mentalidad me decían con voz sonora: “Qué bien te sientan las vacaciones. Has engordado. Ya no eres el palo que eras antes”. Y yo, aunque por fuera era todo sonrisas, por dentro ardía. Grrrrr… esto sí que era falsedad.

Yo no quería ligar en África. Bueno… ¿o sí?. Después me puse a pensar y me dio igual porque seguí zampado como nunca antes. Yo sé el orgasmo gastronómico que producían, a mis papilas gustativas, a mi paladar e incluso a mi garganta, todos estos “mets” exquisitos. Estaré gorda pero como dicen los españoles: “que me quiten lo bailao” o más bien en este caso, “que me quiten lo comido”.

Y viendo mi panorama de ligoteo europeo desierto y seco, he llegado a la conclusión de que ligar es ligar. Aquí o allí. Ligar es ligar.

¡Quiero ligar!http://yaivi.blogspot.com/

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