El mundo ofrece una oportunidad para la Argentina
Por: Héctor A. Huergo
El fragor de la batalla entre el gobierno y el campo tapa las señales que vienen del mundo, y que arreciaron en los últimos días. Lo que aquí vemos como un problema, es en realidad una oportunidad histórica: los precios de nuestros principales productos de exportación -los granos y sus derivados, que son las carnes y los lácteos- están en alza.

En materia de alimentos, el mundo pasó abruptamente de la abundancia a la escasez. Pero esto genera tensiones. El gobierno intenta, por la vía del aumento de las retenciones, desacoplar los precios internos de los precios internacionales, para evitar el impacto inflacionario, y por su necesidad de incrementar la recaudación. La consecuencia es desatender el llamado global por más alimentos, porque quitar incentivos al agro se paga con menor producción futura.

La Argentina duplicó su producción de granos en la última década. Saltó de 45 a casi 100 millones de toneladas. El consumo interno creció en el mismo lapso un 30%, pasando de 8 a 10 millones de toneladas. En otras palabras, se duplicó la exportación en volumen, y se cuadruplica ahora en valor, ya que los precios agrícolas han subido un 50% respecto al promedio de la década anterior. Esta es una gran noticia para el país, y constituye la base de la buena performance de la balanza comercial, la recuperación de las reservas y el superávit fiscal. Tres patas de la salud macroeconómica largamente añorada.

Conviene añadir que este proceso generó una extraordinaria actividad económica en el interior, con pleno empleo en todo el mapa agropecuario, con el surgimiento de numerosos polos de desarrollo en la Zona Centro, el NEA y el NOA. Decenas de fábricas de implementos agrícolas, semilleros, fábricas de agroquímicos y fertilizantes, en todo lo que se requiere para producir. Y un imponente desarrollo en el "down stream", con inversiones por 5.000 millones de dólares en el complejo agroindustrial edificado en veinte años a la vera del Paraná y en los puertos de Necochea y Bahía Blanca.

Este proceso, lejos de agotarse, había reinstalado a la Argentina en el concierto de los grandes proveedores mundiales de granos y sus derivados, como los productos del complejo agroindustrial de oleaginosas. El complejo soja fue el más dinámico, con una demanda mundial de crecimiento explosivo, a partir de la "transición dietética" de los países en vías de desarrollo.

Las sociedades que mejoran su poder adquisitivo, fruto del crecimiento económico, modifican sus hábitos alimenticios, incorporando cantidades crecientes de proteínas animales, y disminuyen la ingesta de féculas como el arroz, la mandioca o las legumbres. Las proteínas animales (carnes de todo tipo y lácteos) se obtienen a partir de los granos forrajeros, como el maíz, y la harina de soja, usados en los alimentos balanceados. Sin proponérselo, la Argentina se ha especializado en proveer al mundo estos insumos básicos de la producción de proteínas animales de todo tipo. Esto no es ni bueno ni malo. Es lo que hay...

Así, se plantea un nuevo dilema. Si la humanidad mantuviera sus hábitos alimenticios tra dicionales, sobrarían granos para todo el mundo. Pero ahora compiten los pollos, los cerdos, los pavos, los vacunos (que también se engordan con granos). Y estos animalitos la mayor parte de lo que comen lo excretan. Sólo fijan como carne o leche el 10% de su ingesta. Así, no hay grano que alcance. Mientras la voracidad carnívora se globaliza, se afirma la gran oportunidad para la Argentina, que este año exportará productos agrícolas por 30.000 millones de dólares. ¿A alguien se le ocurre un negocio mejor? No invalida a otros, pero porqué no seguir con esto, que andaba bien.

Todo lo que se requiere es garantizar que el 10% de la producción agrícola llegue a precios razonables al mercado interno. El resto: dejar las retenciones en un nivel razonable, y ayudar con la tecnología, para asegurar que la torta siga creciendo. No parece tanto.